Hace casi cuatro años decidimos mi esposa y yo venir a Salinas, lugar en el que he pasado bellos momentos desde mi nacimiento, y a los dos nos traía bellas memorias de nuestra época de enamorados.
Las noches sanas de distracción en el Miramar, lugar que nos permitió ver los mejores artistas y bailar hasta la madrugada, para luego pasar al pequeño restaurante, para servirnos el típico arroz con menestra junto al grupo, al costado del mar, para ir a descansar un par de horas y caminar y nadar en la extensa playa.
Linda la experiencia de estar sin luz y deber ir temprano con los amigos para con los faros de los autos, poder ella y sus amigas arreglarse por la falta de luz...
Mil bellos recuerdos más. Pasamos tan acaramelados y juntos fusionados por el amor y los años de hablar sin sonido, puesto que con sólo la mirada nos trasmitíamos una extensa charla.
El tiempo se pasaba en un segundo y por lo tanto prolongábamos nuestra estadía. Hasta que tuvimos que enclaustrarnos por la infame pandemia.
Los años vuelan e igual que todos, nuestras prioridades cambiaron: Los exámenes de sangre, y otros de equipos más exigentes íbamos a Guayaquil.
Porque entre el que me importismo de muchas autoridades y la corrupción de otras fueron alejando a los "veranistas" mal llamados a los que pasaban el "invierno" en este idílico puerto de la bella costa y cambió la costumbre, a pasar sólo el fin de semana. Dependiendo únicamente del siempre solidario Hospital de la Fuera Aérea o el Policlínico de Ancón lo que dejó de ser suficiente.
Recién este jueves pasado comenzó un dolor de muelas que alertaba de un tratamiento del que se enteró mi esposa, y decididamente se empeñó en buscar profesionales de Guayaquil.
A la que jamás le expuse mi sería determinación de ser obstinado y cuándo escucho mi decidido criterio: Salinas.
Fue inútil su gambito que chocó con la roca de mi decisión. Fuimos en la mañana del viernes a un doctor en odontología cuyo nombre es doctor Medardo Garcés propietario de una clínica odontológica.
Los temores bajaron un poco de tensión por haber sido recibidos por una extraordinaria asistente muy amable, quien nos hizo pasar a su consultorio, muy bien equipado. Por cierto, equipos que podían ser usados a pesar de haber sido la última tecnología hasta años pasados: y en ese momento entró el Doctor
El cuál se vio más grande e intimidante de lo que se nota en esta foto familiar. Desplegó su gran preparación y extremado cuidado hasta en los gestos de todos. Bueno, de más está decir que es extraordinario dentista y muy humano que deberá ser un polo de atracción de servicio de alta categoría en esta bella ciudad.
Le hice caso a todas sus instrucciones las que culminaron como símbolo de su responsabilidad, con una llamada que efectuó horas más tarde para saber de mi estado.
Destaco dos importantes detalles: la garantía absoluta de un gran galeno unido al trato humano para todos y; además, para que se entere el Presidente de qué si hay profesionales de lujo, más que de primera y que su presidencial cuento de: "...dónde voy a sacar profesionales..." queda sin validez.
En honor a la verdad yo no buscaba gente que sepa llevar bien un cargo. Quería un estudioso de su ciencia que me cure y recién ahora estimo que debe de ser quién dirija la salud dental de mis conciudadanos; señor Presidente, abra los ojos hay profesionales serios y honestos que nacieron con la ilusión de servir. Búsquelos y déjeles ejercer sus conocimientos para el bien del ecuatoriano.